Lumpérica By Diamela Eltit

#Lumpérica de #DiamelaEltit
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Realmente no puede decir que me haya gustado o que haya disfrutado de esta novela.
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Se me hizo muy difícil la lectura, mezcla palabras, géneros... una locura total jaja.
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Es una novela cargada de simbolismos y metáforas, creo, llevándonos al Chile de la dictadura. Creo esto por los dos capítulos que son un interrogatorio y por las miradas que se tienen de lo que se observa en esa noche en que transcurre la novela.
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Para mi fue un desafío llegar a terminarla, a pesar de ser corta, y redactar esta especie de reseña.
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Los mendigos, dijo, llegan a la plaza y permanecen a intervalos en ella. A veces, incluso llegan en grupos de ellos. La gente les teme y evita que sus hijos se les acerquen. Son presencias amenazantes, no sólo por el peligro de agresión, sino que por un posible contagio de alguna enfermedad que se pudiera extender por roce o cercanía.
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#MisLecturas2020 9789562471879 Libro complejo, con muchos niveles de lectura que necesitó de largas pausas para digerirlo. Me fue necesario releer muchas partes para tratar de entender lo que buscaba expresar la autora. Mezcla de literatura, cine, teatro y performance que rompe la “cuarta pared” e interpela y provoca al lector con imágenes potentes. La estructura recuerda al Bolero de Ravel, repeticiones sobre un mismo tema que van in crescendo hasta alcanzar un clímax confuso, potente, que desgarra. Viene después un epílogo que bien pudiera ser prólogo. Manejo al límite y quiebre del lenguaje y la tipografía para decir lo que no podía decirse en el Chile de Pinochet. Me quedo en la cuarta estrella pues terminé la lectura con la impresión de que me perdí de algo. Inquietante libro, difícil como pocos. 9789562471879 «no es la herida la que causa el grito, sino exactamente a la inversa; para herirse era preciso el grito, todo lo demás era un pretexto»
probablemente lo más complicado que he leído, es un artefacto indescifrable pero a la vez muy bello ✨ 9789562471879 «La literatura se construye de azares, de la llegada hipotética a la plaza de unos cuantos que se sientan en los bancos para que los otros los miren y los descifren.»
Este libro ha representado para mí como lectora un gran reto que reconozco no he disfrutado; es un libro que me costó mucho, y no porque sea malo o porque no valga la pena leerlo, sino porque creo que soy una lectora común que esperaba una escritura común y este libro es todo, menos común.
Creo que la mejor forma de describirlo es catalogándolo como una obra de arte en donde confluyen la poesía, la narrativa, la descripción que a veces es tan intensa y otras tan efímera, la cinematografía, en donde la palabra performance es, desde mi perspectiva, la más adecuada.
Además, la apreciación de este libro requiere de nuestra disposición, visual auditiva, pero sobre todo imaginativa. Pareciera un libro caótico, inconexo, sin sentido y es precisamente en estas características en donde radica su genialidad.
No esperen un libro que se inserte en el canon tradicional de literatura, y en donde se respeten las reglas de escritura, más bien diría yo que hay que aventurarnos a esta lectura con la disposición de no esperar nada y al mismo tiempo esperar de todo. 9789562471879 A medida que fui introduciéndome en la lectura, tendía a confundirme con los signos, con las metáforas del relato. Todo el tiempo traté de extrapolar mi análisis a los tiempos en que Diamela escribió esta fragmentaria novela. Sin lugar a dudas, constituye un estilo de escribir muy performático y simbólico, lo cual entrega una riqueza enorme, sobre todo para interpretarlo desde la Historia. Si tuviera que leerlo por una segunda vez, procuraría de hacerlo con mucho tiempo, ya que creo que cada frase y palabra tiene un complejo y propio significado de la autora, que por la censura de la dictadura pinochtista, no se pudieron consignar explicítamente. 9789562471879

Free read Lumpérica

En la visión surgida en el transcurso de una noche, una mujer da cuenta en Lumpérica de un mundo quebrado y marginal, en el que una conciencia lúcida y trágica se juega su propia supervivencia. Usando múltiples recursos lingüísticos y narrativos, Diamela Eltit construye una estructura novelesca que rompe con todos los moldes tradicionales, ofreciendo desde una insólita perspectiva la oportunidad de explorar las zonas más inquietantes y profundas de la condición humana desde la entraña desnuda de la palabra. Lumpérica

Es un libro fracturado y abstracto que se va construyendo desde imágenes muy efímeras —una mujer, una plaza, una muchedumbre oculta—, heridas, autoflagelos y transformaciones que son reveladas como escenas de teatro y de cine. La realidad se confunde y a ratos la misma autora se deja ver como un reflejo. En cada fractura se vislumbra una amenaza, un bloqueo, que oscurece y distorsiona los hechos y los convierte en símbolos del terror de la dictadura. 9789562471879 Lumpérica (lumpen, lumen, América) lleva a cabo la que es quizá la destrucción del lenguaje más premeditada y minuciosa del neobarroco latinoamericano. Su línea narrativa es la órbita oblicua del sentido, la parataxis más que la sintaxis. La novela no cuenta ni narra, pero no deja de hablar y decir. ¿Y qué dice? Que la resistencia es y siempre ha sido y será. Que el poder ilumina, vigila, castiga, interroga y viola. Que las multitudes observan, juzgan y se alejan. Que la noche llega y regala rincones a locos y prostitutas. Que el día roba las sombras para sonrisas fingidas.

Lumpérica es una lección de cómo escribir bajo la dictadura, que castra el lenguaje y lo hace infértil sin darse cuenta que crea a su más acérrimo rival: un lenguaje eunuco, desatado, rabioso, explosivo. 9789562471879 El agua caliente y la televisión parecen convencernos de que todo va bien. Mientras al abrir la ducha podamos sentir el vapor que nos envuelve, o un mínimo movimiento del dedo ordene al control cambiar el canal, todo está bien. Es imposible creer que algo falla en el mundo cuando el acceso a cierto nivel de vida parece expandirse y podemos relajarnos en la bañera, o mirando la última comedia de RCN (inserte aquí el canal de telebasura de su área) mientras escuchamos la lluvia en el techo. Todo va bien, ¿no? La pesadilla nunca existió, o, por lo menos, ya ha terminado.

El mundo, sin embargo, se acaba, por lo menos tres veces al día, en ocasos de silencio y sangre. La mayor parte de las veces no nos enteramos. Las hecatombes son mínimas, pertenecen a un escaso grupo de testigos. Otras veces nos enteramos por una veloz y efímera cadena de información, y se nos atraganta la comida al ver las fotografías de los que mueren de sed o de guerra. Por fortuna hay otras cosas que reclaman nuestra atención, y basta un breve desplazamiento para volver al agua caliente, y a la tele, y a la comida fresca en el refrigerador, y al temblor del motor del carro, y al cinismo de internet, y a la música de los ascensores.

Pero algunas otras pocas veces, muy pocas, somos testigos directos de un mundo que se viene abajo. Nos toca estar ahí, frente a todo, en el instante en que todo se desmorona. Sentimos la caída y en algún punto la gravedad se detiene. Sólo un breve punto. Luego el tiempo sigue su curso. La vida inventa una nueva cotidianidad bajo la que desaparecen las sombras de las ruinas. El mundo se recupera y de golpe -agua caliente, televisión, restaurantes de comida china- es como si nada hubiera pasado.

Excepto que sí pasó, y que lo recordamos, y que nuestro tiempo interior no coincide con el tiempo exterior. Empezamos a deambular con la meta sola de entender qué es esto que ahora habitamos, tan parecido al mundo de antes y a la vez tan ajeno. Las casa de siempre, las calles de siempre, la plaza de siempre, la ciudad de siempre, enfrentadas a este nuevo destierro que lentamente comprendemos, y que se expresa en un malestar impreciso, imposible de enunciar, imposible, quizás, de comprender.

Y, entonces, una noche, una noche toda llena de perfumes y de música de alas, una noche cualquiera en la que a flor de piel tenemos el alma y la paseamos por territorios de mapas aprendidos, una noche ocurre el deslumbramiento: un mínimo detalle nos revela, nos alumbra lo que en el fondo palpitaba, y sabemos que ya no será posible guardar silencio, que habrá que gritar con todas las fuerzas y, si no alcanza el lenguaje, crear otro alfabeto posible.

Eso es Lumpérica.

Diamela Eltit escribe un libro difícil. Hay por lo menos tres facetas de esta novela que permiten abordarla: por una parte, la historia que, a modo de viñetas, repite aumentando un performance llevado a cabo en una plaza de Santiago de Chile por L'Iluminada, personaje casi anónimo del que sólo sabemos que a) es mujer, b) tiene el pelo corto y c) se hiere, durante sus escenas, causándose cortes y quemaduras en los brazos, y heridas en la cabeza al golpearla contra un árbol, contra el pavimento, contra sus propios puños.

En un marco de tiempo paralelo se desarrolla un interrogatorio. El Interrogador pregunta al Interrogado por los eventos que ocurren en la plaza. Parece particularmente interesado en cierto momento durante el cual -y esto lo sabe porque la plaza, aparentemente, está siendo monitoreada- el Interrogado evita que L'Iluminada caiga al piso, sosteniéndola y diciéndole algo que la hace llorar. El juego de poder en estas partes de la novela es patente: no sólo el Interrogador deja en claro que de él depende que el otro salga libre, sino también el Interrogado es consciente de cómo debe comportarse: qué callar, qué decir, cómo jugar en ese escenario que, aunque hostil, no consigue desconcertarlo.

La tercera cara de la moneda está compuesta por capítulos enteros en los que el narrador -y aquí es equivalente, casi, a la voz de la autora- ensaya sobre el oficio de la literatura y las artes, el papel del lenguaje y la posibilidad de llevar a cabo una literatura performativa: un acto narrativo donde lo importante no sea el tiempo o el espacio, los personajes, la focalización, sino la forma de lo narrado, los elementos con los que se constituyen las imágenes que, en sucesión, deben brindar al lector una sensación de hecho consumado, o en consumación, o por consumar... La argumentación ensayística aplica lo que postula y está escrita, entonces, en códigos poéticos, altamente crípticos, difíciles de seguir, pero que pueden comprenderse cuando el libro mismo confiesa su selección de influencias:

Los chilenos esperamos los mensajes
L. Iluminada, toda ella
Piensa en Lezama y se las frota
Con James Joyce se las frota
Con Neruda Pablo se las frota
Con Juan Rulfo se las frota
Con E. Pound se las frota
Con Robbe Grillet se las frota

Con cualquier fulano se frota las antenas. (69)


Dividida en diez capítulos, Lumpérica es un desafío de lectura. En seis de ellos el lenguaje será campo de batalla, parte del discurso que se pretende: búsqueda y ruptura, laberinto y mensaje donde el código que es posible encontrar es la violencia. Cada línea, cada oración -tenga o no un sentido claro- se siente llena de violencia: sangre, sudor, frío, calor, desnudez, una fuerte sensación de intemperie se instala en el lector, lo va dejando desprovisto de defensas, tanto físicas como mentales, y lo bombardea con lo que parece ser las inquisiciones de un personaje al límite, de una L'Iluminada llevada al borde -de su cuerpo, de su ciudad, de su pensamiento-, dónde lo único posible es la destrucción completa de las ilusiones para poder asir, entre los escombros, algo mínimamente real.

Dos de los tres capítulos restantes son diálogos entre el Interrogador y el Interrogado. La escena, que esperamos llena de amenaza, está enmarcada en una cotidianidad ridícula: ambos personaje saben bien el papel que deben representar, y se esfuerzan en representarlo le mejor posible. Sus posturas -el todopoderoso que obliga a que el otro hable, el vasallo que sabe qué decir para no ponerse en riesgo- no son los roles asignados por el horror, sino la interiorización de ese horror convertido en caricatura: lo terrible ocurrió ya, hace tiempo, y en el presente en que se mueven ambos personajes ya ha pasado a ser parte del día a día. El Interrogado, sin embargo, defiende en sus declaraciones la intimidad que pudo tener, mínima, por otra parte, con L'Iluminada. No confiesa, se resiste a confesar.

Eso aumenta nuestra recepción de ese personaje. ¿Quién es L'Iluminada?, ¿por qué hace lo que hace en la plaza? Nos resulta ajena, incomprensible, lejana, pero al mismo tiempo asistimos a sus reflexiones y a sus actos (codificados, sí, dentro de su lenguaje particular) e intuimos en ellos algo importante. Intuimos que sólo allí puede estar la clave para comprender ese libro complicadísimo que hasta ahora hemos ido adelantando en medio de la confusión.

Lo está, la clave lo está en L'Iluminada, en el capítulo que falta para sumar los diez. Es el único narrado con orden lógico -común, mejor que lógico- de sujeto y predicado, con lenguaje narrativo casi periodístico, informe sin poética o visión poética narrada con la prosa de los informes. Es el comienzo de todo: sin máscaras, sin empezar aún a deconstruir el lenguaje, sin irse todavía a las fronteras. Es la primera escena, y está llena de empatía: comprendemos al personaje, entendemos el por qué de sus acciones, de sus elucubraciones, de sus heridas.

Entonces, el libro brilla bajo otra luz, y ya no es tan caótico, ni tan extraño. Después de todo, alguna vez, también nosotros hemos querido reventarnos la cabeza contra un muro, y que la sangre nos manche las ropas, para que el desgarro en la carne sea copia de ese otro romperse, hipócrita y oculto, con que el mundo nos ha dejado en escombros el espíritu.

Volveré a Lumpérica, y alguna vez -más pronto que tarde- escribiré con tiza fragmentos suyos en la calle. Y que nos borre el tiempo. 9789562471879 Entiendo la existencia de libros herméticos y altamente simbólicos, imagino que están hechos para ciertas personas y para ciertos tiempos. Para mi fue ilegible desde la primera hasta la última página.
9789562471879 Noo, no se llama. 9789562471879

Lumpérica